“La vida es eso que sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”, dijo alguna vez el gran músico que nació el 9 de octubre de 1940 en Liverpool.
:quality(85)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/XUGR4DWCXVCE5GZUDE3U7EGXQE.jpg)
Durante de la Segunda Guerra Mundial, Julia, dio luz. Eso fue hace 80 años, el 9 de octubre de 1940. Al bebé le pusieron John Winston, parte linaje familiar y parte admiración por Churchill. El padre estaba en alta mar, trabajando. El tiempo pasó, la guerra terminó y el hombre no aparecía. Cuando lo hizo llegaron los reproches, las peleas y John quedó en el medio de las tormentas conyugales como moneda de cambio.
Julia ya tenía otra pareja y estaba embarazada. El padre se fue para no regresar y John se fue a vivir con su tía Mimi. La relación de John con su madre, aunque conflictiva, se fue reconstruyendo (“La mitad de lo que digo no tiene sentido/ pero lo digo para alcanzarte a vos, Julia”, escribió John en la canción beatle a la que le puso el nombre de su madre).
Julia le regaló su primera guitarra. A la tía Mimi la música no le parecía una ocupación honrosa, ni siquiera un pasatiempo decente. Julia incentivaba la inclinación artística de su hijo.
A los 16 años, el futuro beatle viviría dos acontecimientos clave que determinarían su futuro: la aparición del rock and roll, vía Elvis Presley; y la muerte de su madre, de la que fue testigo, atropellada mientras cruzaba la calle despidiéndolo con la mano al final de una visita. El victimario fue un patrullero conducido en contramano por un policía borracho.
“La perdí dos veces: cuando me abandonó de chico y cuando murió”, dijo en varias ocasiones el propio John, quien canalizó su furia y tristeza en la música.
:quality(85)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/INJ7GOZWZ5AOXNBRDLKS2HZVAU.jpg)
Los Beatles sacudieron al mundo. Pocas veces en la historia un artista popular logró semejante impacto. Y ahí a la cabeza de esa revolución hecha de moptops, desparpajo, canciones cinceladas en el aire, carisma y grandes voces estaba John.
Y todo sucedió en muy poco tiempo. La evolución que tuvieron, las transformaciones que atravesaron en siete años son increíbles. Cuando el mundo seguía hablando de los pelos largos y tarareando tontas canciones de amor, ellos dejaban los shows en vivo y grababan canciones como A Day in a Life.
Hace poco Paul McCartney, recordando el encuentro inicial en Liverpool, dijo: “Qué afortunado fui al conocer a este extraño niño al bajar del ómnibus, que hacía música como yo. Nos complementamos de inmediato”
Lennon tenía opiniones contundentes. Escandalizó cuando le pidió a las damas de la platea agitaran sus joyas o cuando dijo con toda naturalidad, sin abrir juicio de valor, que ellos eran más famosos que Jesús.
Se casó con Cynthia Powell, una compañera de la escuela de artes. El noviazgo duró varios años. En 1962 ella quedó embarazada. Decidieron casarse. Tuvieron a Julian. El inicio del matrimonio coincidió con la Beatlemanía. Si había alguna (mínima) chance de que la pareja tuviera éxito, esa situación la terminó de sepultar. Lennon reconoció con pesar que fue cruel con su primera esposa, que no la trataba bien, que derramó todo su machismo sobre ella. La pareja se fue descomponiendo pero no se separaron hasta que ella encontró a John con Yoko en su hogar.

La aparición de la artista japonesa revolucionó el mundo de John. La pareja estaba siempre junta. En las salidas, en las grabaciones de los Beatles, en las entrevistas. Sus mundos se fusionaron, los personales y los creativos. John quiso mostrarle al mundo su amor. Y el mundo no lo recibió demasiado bien. “Cuando empezamos a salir todo el mundo pensó que nos habíamos vuelto locos”, dijo John mucho después.
Ella fue sindicada como la responsable de haber provocado la ruptura de los Beatles y por ello quedó signada como uno de los grandes villanos del siglo pasado.
La pareja editó varios discos juntos. Los álbumes experimentales, esas aventuras sonoras con Yoko, fueron más un gesto de modernidad, de búsqueda, que obras avant garde. Pero ese gesto provenía de un Beatle. Ya desde la tapa hacían su declaración. John y Yoko parados de frente, totalmente desnudos, en una postura más desafiante que erótica; o Yoko internada tras un aborto espontáneo con John acompañándola, tirado en el piso.

Cuando le tocó salir como solista con su primer disco “tradicional” podría haber elegido cualquier camino. Pero optó por diluir el nombre junto al de Yoko. Plastic Ono Band. El mundo no veía bien la relación, la acusaban a ella de la disolución de los Beatles y él la llevaba al título del LP. Ella era su identidad. Ese álbum es un clásico que resistió el paso del tiempo. Es más, que mejora con los años. Canciones que eluden la amabilidad, que afrontan el dolor: Isolation (Aislamiento), Mother (Madre), Working Class Hero (Héroe de la clase trabajadora) y, por supuesto, God (Dios): […] No creo en Dios, No creo en Zimmerman (Dylan), no creo en los Beatles, sólo creo en Yoko y en mi […]
Las injurias contra Paul eran frecuentes. Desmerecía sus discos solistas, dudaba del poder compositivo de su compañero de firma fuera del grupo, se adjudicaba la decisión de haber disuelto al grupo, dejando en claro que nadie le imponía condiciones.
También era inclemente con George Harrison. Lo minimizaba como compositor. Y hasta Ringo Starr, con el que más relación mantenía, caía bajo su ingenio lacerante. Con el baterista utilizaba algo de condescendencia o aclaraba que un disco de Ringo no estaba mal, pero que él no lo compraría nunca. Desde la separación más allá de encuentros momentáneos, John buscó destacarse entre los ex Beatles y fue el que siempre se mostró más firme en cuanto a rechazar toda posibilidad de reunión de la banda. Eso era el pasado y él miraba hacia adelante.

Más tarde llegó Imagine. Su gran éxito solista. La tapa onírica: él mirando de frente, con su anteojos redondos, la nube y el cielo. Canciones de amor y de odio : How do you sleep (¿Cómo duermes?) su catársis anti Paul.
Imagine, logró resaltar. Un himno que traspasa fronteras y épocas. Lejos está de ser su mejor canción pero como buena gema pop, logra en pocos minutos encerrar un mundo. Un mensaje pacifista y esperanzador compuesto una mañana mientras miraba a Yoko en su habitación y grabado en un Stenway en Inglaterra en apenas dos tomas.
Hubo también otros gestos. La pareja acostada en una cama de hotel mientras recibía periodistas y transmitía un mensaje pacifista. Los amigos y la grabación de Give Peace a Chance (Dale una oportunidad a la paz). La búsqueda por comunicar de una manera diferente, de llamar la atención sobre una causa noble.

John grababa un disco por año pero la recepción crítica y de público no siempre era la que él deseaba o esperaba. “No es divertido ser artista. Escribir es una tortura. Si pudiera ser un puto pescador, lo sería”, declaró.
En 1973, en medio de la grabación de Mind Games se rompió su matrimonio. Todo comenzó en una fiesta en la que John desapareció de la vista de Yoko unos minutos. Ella supo qué estaba sucediendo pero no hizo nada por impedirlo. Lo único que esperaba era discreción. Pero las circunstancias jugaron en contra. Uno de los invitados se quiso retirar de la fiesta antes. Al ir a buscar con los anfitriones sus abrigos al dormitorio principal de la casa en la que la reunión tenía lugar se encontraron con una sorpresa al prender la luz. John Lennon estaba teniendo sexo con una joven y rubia invitada.
Yoko no hizo ningún escándalo público pero unos días después la pareja tuvo una charla definitiva. Yoko Ono le dijo a John: “Te devuelvo tu libertad”. El arrepentimiento del Beatle y sus disculpas no alcanzaron. Debió dejar la casa que compartían

Durante un año y medio se dedicó a salir cada noche con Harry Nilsson, Ringo, Keith Moon y varios más. Un romance con May Pang, la chaperona que le había mandado Yoko, el disco de covers de las canciones que a él lo habían hecho quién era, los clásicos del rock de fines de los cincuenta. De esos días de noches demasiado largas, drogas, alcohol, mujeres, quedaron muchas anécdotas y poca música. Harry Nilsson, una noche resumió el estado en el que se encontraban (él, Ringo, Moon y John), con una frase certera: “Ya no somos músicos que toman alcohol y experimentan con drogas; nos convertimos en adictos que de vez en cuando hacemos música”. Y esa escasa música pese al genio compositivo de John tampoco era tan buena.
La pareja una vez más se juntó. Yoko quedó embarazada de Sean y Lennon se retiró por cinco años. Cocinó, cambió pañales, se quedó en su casa a criar a su hijo. Tampoco fueron años totalmente tranquilos. Luchó contra sus contradicciones, contra sus fantasmas, con sus enojos repentinos. En 1980 tras un viaje a Bahamas con Sean decidió volver a grabar. Pero, una vez más, él pondría las condiciones. Rechazó las ofertas millonarias de las discográficas más importantes (¿quién no quería editar el disco de regreso de Lennon?) porque a estas sólo le importaban sus canciones. Él quería compartir los surcos del disco con Yoko. Darle visibilidad a su música.
“Escribí Woman is the Nigger of The World (La mujer es el negro del mundo) hace más de una década pero era una declaración. Bienintencionada, pero sólo una declaración. Yo tenía que hacer mucho más para respetar a las mujeres, trabajar internamente para lograr sacarme esos prejuicios de encima”, declaró John.
Double Fantasy apareció a fines de 1980. La recepción, al principio, fue tibia. Las canciones de Yoko en el medio de las de John molestaban. Y Lennon les había dado otra vez algo que no esperaban. Era un canto emocionado a la adultez, al encanto de la vida doméstica, del goce que significa el calor familiar. Lo acusaron de blando. Algún crítico hasta lo mandó a lavar los platos. A él no le importó. Las épocas de furia habían quedado atrás, muy lejos.

El 8 de diciembre del 80, en la puerta del Dakota lo esperaba un joven, algo tímido, que tenía un desgastado ejemplar de la novela de Salinger en un bolsillo.
Mark David Chapman fue condenado a cadena perpetua en el Centro Correccional de Wende. A cuarenta años de haber efectuado los disparos que terminaron la vida del beatle, intentó pedir perdón a Yoko Ono y explicar su crimen: “Sabía que estaba mal y lo hice por la gloria. Una palabra: sólo gloria. Es eso. Él era famoso, extremadamente famoso. Por eso encabezaba mi lista”.

Las Imágenes publicadas en este post corresponden a sus respectivos autores.
Facebook
RSS